La Reina Moruna capitulo final

[Merce]

La Reina Moruna capitulo final

El General fue mejorando gracias a las curas, la paciencia y la devoción de la Reina.
Empezó a levantarse de la cama y sentarse un rato en el jardín. Era primavera, el jardín
resplandecía de colores y perfumes embriagadores.
Allí sentado en una "chaise longue" bien cobijado en una
frasaba, escuchaba el trino de los pájaros que revolteaban en
los árboles. Su rostro ya no estaba tan pálido.
La Reina le mimaba, preparándole de comer cositas sabrosas y fortalecientes.
Se sentaba a su lado y le leía algún cuento, o le cantaba un poco. Tenia una bella voz, profunda y acariciadora.
Trataba de no cansarle demasiad hablando.
A medida que los días pasaban, empezaron a llamaren por su nombre, Raúl era el de el, Leila el de ella.
Se estremecía, la daban escalofríos cuando la llamaba por su nombre de pila, tenia un sonido tan especial en sus labios.

El amor que sentía por el iba creciendo.
Lo mas extraño es que no pensaba en el como fuente sola de placeres eróticos, aunque le atraía enormemente. Era algo más puro, mas elevado, se sentía feliz a su lado.
El también tenía los mismos sentimientos hacia ella. Pronto se confesaron sus sentimientos uno alotro y se unieron cuerpo y alma.
Se sentía desmayar cuando la tocaba, su proximidad la hacia temblar, sentir y reír a la
vez. ! Cuan placentera era la sensación de total abandono!
Dejarse llevar a las cimas del placer.
Nadie la había amado de esa manera.

Raúl había viajado al oriente, estudio y practico el arte de amor toista.Técnicas para alcanzar múltiples orgasmos retrasando, e incluso reteniendo, la eyaculación.
Un arte muy refinado complejo, que necesita mucha paciencia.
Los antiguos taoístas no contemplaban el sexo sin amor. Es mucho más fácil practicar el arte taoísta del amor cuando se ama.

Raúlla acariciaba suavemente y lentamente en las tres puertas de su intimidad. La hacia vibrar junto con su fuego, hasta tocar las mas altas cimas. Era una entrega total de dos almas, dos cuerpos fundidos en uno.

Leila descubrió la verdadera felicidad, la humildad. A través del amor, aprendió a ver con los ojos del corazón y descubrió el valor que hay en cada persona. Aprendió a respetar las cosas simples de la vida tomando conciencia que es una bendición, que cada ser vivo
comparte.

Aprendió a controlar su temperamento agresivo y tratar con respeto a la servidumbre y valorar el trabajo que hacen.

Por fin consiguió la felicidad que tanto ansiaba, era una persona totalmente cambiada, generosa y caritativa.

Vivieron felices los dos, rodeados con sus hijos y amigos...

Merche DemBar
26/9/09