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Blog interesante : Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
http://tangerexpress.blogspot.com/2009_11_01_archive.html
Unos de sus textos que me tomo la libertad de copîar
Sour Maâgazine o el muro de los perezosos.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
Las ciudades, las plazas, los miradores…, muchas veces, se parecen a las personas que los frecuentan. Claro ejemplo es “El muro o la pared de los cansados o de los perezosos” en Tánger, nombre popular por el que los tangerinos conocen a tan peculiar lugar. Un nombre que nunca les ha molestado. En realidad es una plaza parecida a una especie de terraza o de balcón gigante. No sé exactamente de donde le viene este “nefasto” apodo. No es algo sospechoso pero estoy convencido que este adjetivo tan inapropiado tiene que ver con sus características estratégicas, con el carácter de los tangerinos o con el pasado de esta ciudad. Sour Maâgazine o plaza de Faro, desde su banal y horrorosa restauración de 1985, es uno de los miradores más bellos de la ciudad, desde él se domina todo el antiguo y mítico puerto, parte del casco antiguo de la urbe, la espectacular bahía de Tánger y, cuando el horizonte está despejado, incluso se pueden apreciar los vehículos circulando por las calles del pueblo de Tarifa (al otro lado del estrecho). Tan estratégico lugar está adornado, a mi perecer de una forma vulgar, con unos viejos cañones que apuntan simbólicamente al estrecho de Gibraltar, es decir directamente a Europa. Personalmente, jamás he encontrado el motivo por el cual ha llegado a apodarse y ser conocida con un adjetivo tan desafortunado, que no corresponde, bajo ningún aspecto, con su ubicación histórica, ni con sus esplendidas vistas.
Queda descartado armonizar la pereza con la belleza, sólo queda indagar en el pasado y en el perfil de sus habitantes, y es en este momento cuando me viene a la memoria el azote de los sufrimientos y de la dejadez. La ciudad y sus personajes fueron encantados y odiados al mismo tiempo. Hasta el día de hoy siempre hemos creído olvidarlo pero, ¡qué le vamos a hacer!, estamos en un país lleno de muchedumbre sin ningún atisbo de sensatez. Los tangerinos aceptaron ser lo que son fruto de la penitencia por las bofetadas recibidas en su pasado. No pueden ser imprevisibles ni intervencionistas. Se les ha tachado de perezosos, de vagos, de inútiles e incluso de putos hijos de españoles. También han sido descritos como unos tiesos hambrientos y estar pendientes sólo del cotilleo y del mar, pero este bombardeo continúo no ha surtido en ellos ningún impacto y continúan anclados en esta indiferencia; se han acostumbrado a los zarpazos. ¡Pobres criaturas!, flagelados y mortificados se quedaron durante años en la cola, a la intemperie. ¡Hombre!, esta situación de abandono se prolongó tanto que hasta al propio castigador parecía ser fastidiado y probablemente arrepentido. Está claro los tangerinos han sufrido durante años las malas gestiones de las administraciones, en realidad no se trata de pereza sino de un silencio impuesto, de una interioridad callada y soñadora desprovista de pasado. Me pregunto, ¿qué merito le corresponde a cada uno de los dos bandos? Pienso, al fin y a cabo, que debemos celebrar el levantamiento del castigo y este golpe de gracia. ¿Por qué no declararlo un día festivo, uno más en el calendario y todo el mundo contento?
Los ciudadanos de Tánger recuerdan como era esta plaza en los años 60 y 70, con hermosos jardines y bancos (hoy brillan por su ausencia), con su maravilloso y vistoso suelo de terrazo, hoy sustituido por vulgar cemento sellado con unos dibujos, igualmente vulgares, de color negro reflejo de la depresión y de una tristeza sin salida en la que actualmente está sumida y la ciudad, todo ello muy lejos de aquella Tánger memorable conocida internacionalmente por ser una fiel amante del arte y la de la belleza. Una terraza que fue lugar emblemático y de imprescindible visitar para el turista. Un mirador que representaba el símbolo de la ciudad. Un singular espacio situado en una de las avenidas más bonitas, el Boulevard Pasteur caracterizado por su arquitectura europea difusa, en un país con claras influencias españolas, italianas y francesas.
¿Por qué me he parado a pensar en este panorama de Tánger?, pues sencillamente porque siento infinita curiosidad por conocer el principio de esta profunda calma y pereza. Aquel mirador era el reflejo de sus habitantes y de su arte de vivir. Esa tranquilidad era una manera relajada y sensual que daba a sus habitantes un sentido a sus existencias, armonizándose con la alegre vida que llevaban. Esta pereza está posiblemente inspirada en la melancolía y tiene su propia armonía, lo que se aprecia en su forma de expresarse al hablar, ni tan ardiente ni tan furiosa como los de dentro. Es una pereza de gente sencilla, fruto de una larga espera y de la incertidumbre, de esperar tanto para nada. Es una pereza que emana de ser a la vez feliz y desgraciada. Es una pereza fruto de la soledad y del silencio. ¡Una verdadera lástima!
03/10/09
Una mutación lingüística y una muerte anunciada.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
Yo preferí quedarme a tomar un té en el Café de Paris, ubicado en frente del consulado de Francia, exactamente en la antigua Place de France, en el viejo Boulevard Pasteur, mientras los demás daban un paseo, a pie, hasta la Estrella y vuelta. Me propuse sentarme para hacer lo mismo como la demás clientes: ver pasar a otra gente y a ríos de viandantes de todos los sectores y clases sociales de la ciudad.
Así que intenté sacar toda mi curiosidad intentando tomarles el pulso a los paseantes, y ninguno aparentaba pinta de cansado. Tan singular y curioso espectáculo es completamente gratuito y, además, nada es falso. No parecen libres, pienso que son víctimas del asfalto, forman parte del ejército esclavo de los paseos incesantes que no llevan a ningún lugar: andan por andar, no tiene rumbo fijo. Los recorridos cada vez se alargan mas y algún día, estoy convencido, alcanzarán grandes distancias hasta salir de la urbe, probablemente llegarán a rebasar la autovía del Mediterráneo. Se refugian en el suelo, fingiendo con murmullos y cotilleos que todo va sobre ruedas. A veces se les pueden ver cogidos de la mano o entrelazando los dedos, algo normal en Tánger. Un paseo debería ser un trayecto con posibilidades de escape y con atajos para que uno deje de estar involucrado en el bullicio, y no debe limitarse, exclusivamente, a meras caminatas sin sentido.
Boulevard Pasteur 1950.
Hace tiempo que la ciudad de Tánger ha pasado pagina de aquellos escasos y largos años de exquisitez y elegancia. Aquellos años de esplendor fueron sustituidos por otros de oscurantismo y abandono. Fue un castigo vengativo y sin piedad. Durante años el futuro de Tánger pesaba como una losa. Más de la mitad de los tangerinos permanecieron dormidos, drogados, parados y callados. Hoy resurge una luz de esperanza y la ciudad está inmersa en un proceso de crecimiento endiablado, fruto de los nuevos planes que acabarán con años de sorprendente oscurantismo. El Boulevard Pasteur se construyó en la época dorada, allá por los años 30, como una calle comercial y de encuentro de la ciudad moderna. Lamentablemente, y casi sin darnos cuenta, se convirtió, poco a poco, en un lugar de chismorreo, de idas y venidas, de vueltas y revueltas esperando ver a la chica pretendida, de cruces de miradas intrigantes o maliciosas, de miradas descorazonadoras, de miradas de indiferencia simuladas, de miradas de complicidad, de miradas burlonas, de miradas y más miradas,…
Y así, sin más, nuestro Boulevard Pasteur ha sufrido una metamorfosis anunciada, triste y profunda fruto de la dejadez e impotencia, reencarnándose en simplemente ”Bolevar”, como se denomina popularmente hoy día. Ha sido una mutación lingüística, una pronunciación derivada de un defecto dialectal y de un argot mal hablado, consecuencia de la maldita secuela colonial. Ahí, todas las tardes se aglomera mogollón de gente, como hemos mencionado anteriormente a pasear, yendo y viniendo sin meta ninguna. Este “Bolevar” debe tener la fuerza de imán gigante que atrae a los tangerinos, convirtiéndose a diario en uno de los puntos clave de la confluencia humana en esta laberíntica ciudad. Se llega a él desde cualquier rincón.
Hoy todo ha cambiado y el Boulevard Pasteur ha dejado de ser, desde hace tiempo, lo que era y ha perdido su esplendor. ¡Qué pena! El dolor de mis recuerdos me impide pasear, distante más y más en el tiempo y sin conocer a nadie, deambulando entre el bullicio sin sentido, y me niego a formar parte de este circo diario, no quiero ser uno más y que mi cuerpo camine errante, así porque sí. ¡No!, me niego rotundamente. La verdad es que esta zona de la ciudad todavía conserva algo de la elegancia y ciertos rasgos del glamour que hicieron famoso a aquel Tánger. La arquitectura de sus edificios sigue teniendo tintes occidentales.
El Boulevard Pasteur siempre se ha perfilado como la arteria principal de la ciudad moderna, desde él se accedía a todas aquellas calles de nombres inolvidables: Estatutos, Fez, Bélgica, Murillo, Viñas, Velazquez, De la Croix, Goya, etc.…. Y allí se ubicaban los más famosos establecimientos: Almacenes Kent, Galerías Preciados, Casa Ros, Cafetería Savoy, Salón de Té Madame Porte, Cafetería Paname, Brasserie, Tagore, Esquina, Zagora, Joyería Orly, Algemene Bank Netherland… Afortunadamente el Boulevard Pasteur, al día de hoy, sigue conservando, en cierta medida, visible para el nostálgico que la quiera ver, el sabor y la huella de su pasado.
28/09/09
MADAME PORTE.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
Tranquilo, no voy a escribir sobre el oficio más antiguo del mundo, ni voy a hablar de su vida privada, o de lo entrañable que era, o de sus altos vuelos fuera del curro. Ella era sencillamente y sin más Madame Porte, la Señora Porte. Yo, de ella, me acuerdo vagamente, y siempre la recuerdo con un aspecto serio y correcto, pero a la vez sonriente y cordial. Estaba al frente, probablemente, del mejor Salón de Té del mundo de la época: “Madame Porte”. El nombre se debió a un deseo expreso de su marido y se ubicó en una boca calle del Boulevard Pasteur, en la ciudad Tánger. Todos sus constantes clientes, sin excepción, quedaron impresionados por el profesionalismo de aquella mujer.
Casi todos los que llegaron a conocerla han declarado la buena vida que se llevaba en Madame Porte. Los asiduos del salón no buscaban ganar tiempo sino perderlo con encanto y gusto. Yo sigo buscando a los interesados en sus viejos tiempos y, si tú eres uno de ellos, te comunico que ha cambiado radicalmente, también parcialmente de nombre. Corrían rumores de que el último heredero lo perdió jugando, clandestinamente, al póker, según testigos presenciales que vieron sobre la mesa las escrituras de tan singular local. Comentaban sus allegados y familiares que cuando ocurrieron los hechos citados el heredero estaba desmemoriado y que jamás volvió a recuperar la memoria. Recurrieron, una y otra vez, para recuperar el establecimiento alegando que el hombre estaba loco y que no actúo razonablemente, vaya que se le “fue la olla”. Recientemente se ha comentado que iban a convertirlo en un restaurante una especie de varias franquicias juntas, incluyendo un restaurante japonés. No me extraña.
Eran tiempos de pasión, elegancia y belleza. Todos los rostros confluían en aquella exposición. Parecía una escena única, robada de algún sitio que todavía no llego acordarme, ni me es posible ubicarlo. Personajes clásicos y contemporáneos acudían a diario. El café tardaba lo mismo en salir de la cafetera que en llegar a tu mesa, y los recibos nunca llegaban por adelantado, parecía que todo iba a cámara lenta. Allí lo que no había eran prisas, todo era un elogio de lentitud. Jamás conocieron el estrés y entre sus “normas de funcionamiento”, ocupando un lugar preferente, figuraba la calma contra la urgencia.
Ostentoso pero no cargado, brillaba con sus lámparas de cristal, sus mesas bien separadas, sus colores pastel, sus grandes ventanales, su personal y sus singulares “camareras”, que por deseo caprichoso de Madame Porte llevaban delantales a juego con los colores del decorado. Era un impecable Salón de Té, cuya apariencia lo convirtió en imprescindible para reuniones, tratos, aperitivos y meriendas de las elegantes mujeres. La mantelería se cambiaba diariamente, aunque estuviese limpia. Aquel establecimiento fue testigo de los años gloriosos de Tánger. Fue inaugurado en el año 1950 por la familia Porte, una familia con tradición vocacional de pasteleros y dirigido exclusivamente por Madame Porte. Recibía en persona, con una elegancia rigurosa, a los clientes en la entrada, uno a uno. Sus cafés y tés eran exquisitos así como los chocolates calientes que eran acompañados de pan recién hecho y autentica mantequilla. Tenían igualmente fama sus pasteles, tartas y crepes (el obrador ocupaba todo el sótano). Famosos eran sus helados suaves, sus jugos de frutas naturales con hielo frappé y sus yogures artesanales…Y por tener, contaban con un extensa variedad de bebidas alcohólicas y de aperitivos extravagantes. Alto reconocimiento tenían sus Dry Martinis, por supuesto, los mejores del mundo.
En la actualidad de Madame Porte sólo queda una parte, que esta reflejada en el letrero de su fachada “Porte” en lo alto de la entrada, la otra parte “Madame” así como todo lo demás, desgraciadamente ha desaparecido. Una decadencia inevitable y definitiva que no ha impedido la añoranza y el recuerdo de sus años de esplendor. Uno se da cuenta cuando pasa delante.
PERROS SIN DUEÑOS.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
“El hacha del leñador pidió su mango al árbol, y el árbol se lo dio” (Escrito por: Rabindranath Tagore en su obra Pájaros Perdidos). Incompletos tenían que ser los dos. Sus identidades se necesitan uno a otro. Sus vidas están cruzadas y entregadas.
Hay que dejar de odiarse, insultarse, enterrar el hacha de la guerra y dejar que las aguas vuelvan a su cauce. Todo es fruto de una enfermedad infantil llamada racismo regional. Hay que cambiar nuestra actitud y nuestro resentido comportamiento por acciones más constructivas y más criticas, por mantener y salvaguardar nuestra memoria histórica y nuestras tradiciones. Debemos cumplir con nuestro deber de cuidar nuestra herencia artística cultural y sentimental a favor de nuestros hijos. Para eso la clave esta en la rigurosa y obligada ejecución de una buena crítica, con respeto, con educación y sin ofender. Hay que dejar de lado la chulería, el despelleje, lo inconsecuente y el pisoteo de uno a otro.
La historia, los distintos idiomas y la compleja composición socio-cultural de Marruecos no debe ser un obstáculo para el desarrollo objetivo de diferentes tipos de pensamientos. Debemos amar todos los rincones de nuestro país. Nuestro país debe ser único, maduro, corregido, criticado, mejorado, admirado y debatido. No se trata de que cualquiera diga lo que quiera, sino lo que piensa. Debemos dejar de mirarnos el ombligo y no equivocarnos de enemigo, ser abiertos al dialogo, ser tolerantes y defender la convivencia. Rífenos, beréberes, norteños, sureños, campesinos y ciudadanos de a pie, todos juntos debemos custodiar nuestro entorno, regenerar nuestro estado de bienestar y nuestros eventos culturales, guardar nuestro patrimonio histórico y respetar las tumbas de nuestros fieles muertos, aunque sean olvidados.
En Tánger, justamente cerca del barrio emblemático “California” (por su semejanza con el clima de la costa californiana), se encuentra un caprichito, para algunos, extravagante y extraño: un “cementerio de perros”. Data su improvisación desde los años cincuenta, consecuencia de una vida fastuosa y elegante de la gente de aquellos tiempos felices. Actualmente, más de un centenar de penosas lápidas, del mejor amigo del hombre, siguen levantadas entre arbustos y matorrales, en un estado de abandono miserable. Sus dueños ya no están en este mundo para cuidarlos. En su momento si que se debieron hacer merecidas ceremonias fúnebres con cortejos mortuorios de riguroso desconsuelo. Este lugar tan original está en peligro de desaparecer debido a su avanzado estado de deterioro y, probablemente, esté pronta su desaparición. La expansión demográfica y urbanística está avanzando a pasos agigantados, y estoy convencido que no se van a respetar a los ausentes. Mientras tanto seguirán reposando los restos caninos, en el mismo lugar, en el cementerio de perros de Tánger. Hay que salvar el árbol de la vida y mantener intacta la vida de los cementerios. Es una responsabilidad de principios y de supervivencia. Pobres perros, descansen en paz.
LA MALDICIÓN DEL HOTEL REMBRANDT
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
En el Hotel Rembrandt de Tánger se refugio Tennesse Williams, y en él vivió con su gato la escritora Jane Bowles. Nuestro hotel sigue estando, desde 1950 año de su inauguración, en el Boulevard Pasteur, en el corazón de la ciudad, con unas habitaciones majestuosas sobre la bahía. Actualmente, el hotel sólo salvaguarda el sabor y los rasgos de aquella ciudad de la época internacional, estaba esclava y protegida por unas cuantas potencias, y también de aquella ciudad cosmopolita vinculada con la cultura, la literatura, la extravagancia, los vicios y el libertinaje desposeído de todo tipo de controles ideológicos, morales y religiosos. Todavía me pregunto: ¿Qué motivos acarrearon a Tánger este fenómeno de convivencia de culturas y creencias tan dispares? ¿Tan fuertes eran las oleadas del levante? ¿Tan fuertes eran los ecos susurrados de Hércules?
Aquellos forasteros, protagonistas de uno de los más valiosos patrimonios literarios de las últimas décadas, tenían que haber estado ansiosos y enloquecidos por el embrujo y la atmósfera de Tánger, o bien tan empapados de letras secretas y prohibidas que buscaban en esta ciudad refugio, exilio y libertad para el cuerpo y la mente. Hoy día, tan sólo permanecen algunos aspectos y perfiles de tan dorada época incrustados en los pilares y las paredes del hotel Rembrandt. Las fachadas desconchadas confiesan, avergonzadas, sus recuerdos; los azulejos agrietados son puras evocaciones, y las maderas abiertas inspiran nostalgias. Es para crear una comisión de investigación al respecto. Algo importante tuvo que haber sucedido en aquel hotel, pero, desgraciadamente, el abandono y la dejadez lo han borrado para siempre. Parece que estamos en otra época. Al mirarlo nos alberga una extraña sensación, es como un viaje a un lugar ignorado, desértico, sin esencia humana; parece un escenario de Twin Peacks donde encontramos una recepción con apariencias de esplendor, una señorial piscina con jardín y un distinguido bar. De repente, y por un instante, este hotel se nos muestra con heridas abiertas, impresiones furiosas, personal incomodo, sensación de llegar con retraso y apetencias desordenadas. ¡Es una lástima! Podía haber sido nuestro hotel favorito en Tánger.
En aquella época, en multitud de ocasiones, se reservaban habitaciones con maravillosas vistas a la bahía de Tánger. Algunos huéspedes escribían, mientras otros pintaban o simplemente conversaban. Había un cualificado personal y camareros muy profesionales. Los bármanes gozaban de mucha clase y discreción. Estamos hablando del conocimiento del elemento humano, para poder abrir su mente y su corazón. Tengo la esperanza de que el famoso Hotel Rembrandt recupere su esplendor, su carácter y sus memorias históricas. Mientras tanto se acumulan los días de castigo y descuido. Se seguirán cambiando, diariamente, las sábanas para un turismo de bajo coste. Esta situación me recuerda el famoso baile del héroe de los Jackson Five en el que movía los pies de una forma tan extraña que parecía andar, pero siempre permanecía en el mismo lugar.
CAFÉ HAFA: EL TÉ A LA MENTA, LA CHISPA DE LA VIDA.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
El Café Hafa es un lugar entre cutre y mágico, entre romántico y bohemio, y entre la humildad y la excelencia. Todo el que ha pasado por allí se ha enamorado. A más de un visitante le ha llegado la inspiración en tan “exótico” lugar, y es que ha sido desde siempre una parada obligatoria para todo artista así como para todo turista que se precie. Un lugar que no debe pasar por alto nadie que presuma de ser un buen viajero.
El Café Hafa, construido en el año 1921 sobre un impresionante acantilado, se encuentra en un precioso enclave natural en el barrio de Marshan. Desde sus terrazas escalonadas y floridas se divisa una impactante panorámica del Estrecho de Gibraltar y la costa española. En sus alrededores se encuentran los cabos Espartel, el cabo Malabata, y las grutas de Hércules. Sus mesas y sus sillas, todas viejas y distintas, las han ocupado desde los personajes más internacionales como The Rolling Stones, Tennessee Williams o Paul Bowles entre otros, hasta los más cercanos como el cantautor español Luis Eduardo Aute quien escribió en 1992 su canción Hafa café (albums: SLOWLY e AUTERRETRATOS), tras haber visitado este "establecimiento". Y es que el Café Hafa es un edén, un lugar para relajarse, para sentir el placer de la brisa marítima africana disfrutando de un paisaje espléndido y… dejándose llevar, todo ello con la mejor compañía, el té a la menta, algo que no tiene precio en tan extraordinario, y yo diría, único lugar.
Bowles lo visitó y se quedó cautivado del lugar. Este entrañable personaje, había acudido por primera vez a Tánger por recomendación de Gertrude Stein como lugar ideal para pasar las vacaciones. Ya instalado allí sirvió como polo de atracción de artistas vinculados a Nueva York y a la generación beat, como Truman Capote, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gore Vidal, Gregory Corso, Djuna Barnes o Cecil Beaton... Subían hacia el café Hafa, y contemplaban el estrecho, mientras se tomaban el té a la menta y se emborrachaban de kif.
En el Tánger de hoy la vida transcurre entre migajas de mitos y anécdotas más o menos creíbles. Todavía se respira cierto aire bohemio, intelectual y clandestino en el Café Hafa, presente en muchos relatos que alimentaron la fama intelectual de la ciudad. Entre sus mesitas, siempre están ordenadas en varias terracitas mirando hacia la costa europea, el humo de hachís se mezcla con el perfume de las flores y el té de menta. ¡Café Hafa! un paraíso de la inspiración, un lugar de ensueño en Tánger.
Unos de sus textos que me tomo la libertad de copîar
Sour Maâgazine o el muro de los perezosos.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
Las ciudades, las plazas, los miradores…, muchas veces, se parecen a las personas que los frecuentan. Claro ejemplo es “El muro o la pared de los cansados o de los perezosos” en Tánger, nombre popular por el que los tangerinos conocen a tan peculiar lugar. Un nombre que nunca les ha molestado. En realidad es una plaza parecida a una especie de terraza o de balcón gigante. No sé exactamente de donde le viene este “nefasto” apodo. No es algo sospechoso pero estoy convencido que este adjetivo tan inapropiado tiene que ver con sus características estratégicas, con el carácter de los tangerinos o con el pasado de esta ciudad. Sour Maâgazine o plaza de Faro, desde su banal y horrorosa restauración de 1985, es uno de los miradores más bellos de la ciudad, desde él se domina todo el antiguo y mítico puerto, parte del casco antiguo de la urbe, la espectacular bahía de Tánger y, cuando el horizonte está despejado, incluso se pueden apreciar los vehículos circulando por las calles del pueblo de Tarifa (al otro lado del estrecho). Tan estratégico lugar está adornado, a mi perecer de una forma vulgar, con unos viejos cañones que apuntan simbólicamente al estrecho de Gibraltar, es decir directamente a Europa. Personalmente, jamás he encontrado el motivo por el cual ha llegado a apodarse y ser conocida con un adjetivo tan desafortunado, que no corresponde, bajo ningún aspecto, con su ubicación histórica, ni con sus esplendidas vistas.
Queda descartado armonizar la pereza con la belleza, sólo queda indagar en el pasado y en el perfil de sus habitantes, y es en este momento cuando me viene a la memoria el azote de los sufrimientos y de la dejadez. La ciudad y sus personajes fueron encantados y odiados al mismo tiempo. Hasta el día de hoy siempre hemos creído olvidarlo pero, ¡qué le vamos a hacer!, estamos en un país lleno de muchedumbre sin ningún atisbo de sensatez. Los tangerinos aceptaron ser lo que son fruto de la penitencia por las bofetadas recibidas en su pasado. No pueden ser imprevisibles ni intervencionistas. Se les ha tachado de perezosos, de vagos, de inútiles e incluso de putos hijos de españoles. También han sido descritos como unos tiesos hambrientos y estar pendientes sólo del cotilleo y del mar, pero este bombardeo continúo no ha surtido en ellos ningún impacto y continúan anclados en esta indiferencia; se han acostumbrado a los zarpazos. ¡Pobres criaturas!, flagelados y mortificados se quedaron durante años en la cola, a la intemperie. ¡Hombre!, esta situación de abandono se prolongó tanto que hasta al propio castigador parecía ser fastidiado y probablemente arrepentido. Está claro los tangerinos han sufrido durante años las malas gestiones de las administraciones, en realidad no se trata de pereza sino de un silencio impuesto, de una interioridad callada y soñadora desprovista de pasado. Me pregunto, ¿qué merito le corresponde a cada uno de los dos bandos? Pienso, al fin y a cabo, que debemos celebrar el levantamiento del castigo y este golpe de gracia. ¿Por qué no declararlo un día festivo, uno más en el calendario y todo el mundo contento?
Los ciudadanos de Tánger recuerdan como era esta plaza en los años 60 y 70, con hermosos jardines y bancos (hoy brillan por su ausencia), con su maravilloso y vistoso suelo de terrazo, hoy sustituido por vulgar cemento sellado con unos dibujos, igualmente vulgares, de color negro reflejo de la depresión y de una tristeza sin salida en la que actualmente está sumida y la ciudad, todo ello muy lejos de aquella Tánger memorable conocida internacionalmente por ser una fiel amante del arte y la de la belleza. Una terraza que fue lugar emblemático y de imprescindible visitar para el turista. Un mirador que representaba el símbolo de la ciudad. Un singular espacio situado en una de las avenidas más bonitas, el Boulevard Pasteur caracterizado por su arquitectura europea difusa, en un país con claras influencias españolas, italianas y francesas.
¿Por qué me he parado a pensar en este panorama de Tánger?, pues sencillamente porque siento infinita curiosidad por conocer el principio de esta profunda calma y pereza. Aquel mirador era el reflejo de sus habitantes y de su arte de vivir. Esa tranquilidad era una manera relajada y sensual que daba a sus habitantes un sentido a sus existencias, armonizándose con la alegre vida que llevaban. Esta pereza está posiblemente inspirada en la melancolía y tiene su propia armonía, lo que se aprecia en su forma de expresarse al hablar, ni tan ardiente ni tan furiosa como los de dentro. Es una pereza de gente sencilla, fruto de una larga espera y de la incertidumbre, de esperar tanto para nada. Es una pereza que emana de ser a la vez feliz y desgraciada. Es una pereza fruto de la soledad y del silencio. ¡Una verdadera lástima!
03/10/09
Una mutación lingüística y una muerte anunciada.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
Yo preferí quedarme a tomar un té en el Café de Paris, ubicado en frente del consulado de Francia, exactamente en la antigua Place de France, en el viejo Boulevard Pasteur, mientras los demás daban un paseo, a pie, hasta la Estrella y vuelta. Me propuse sentarme para hacer lo mismo como la demás clientes: ver pasar a otra gente y a ríos de viandantes de todos los sectores y clases sociales de la ciudad.
Así que intenté sacar toda mi curiosidad intentando tomarles el pulso a los paseantes, y ninguno aparentaba pinta de cansado. Tan singular y curioso espectáculo es completamente gratuito y, además, nada es falso. No parecen libres, pienso que son víctimas del asfalto, forman parte del ejército esclavo de los paseos incesantes que no llevan a ningún lugar: andan por andar, no tiene rumbo fijo. Los recorridos cada vez se alargan mas y algún día, estoy convencido, alcanzarán grandes distancias hasta salir de la urbe, probablemente llegarán a rebasar la autovía del Mediterráneo. Se refugian en el suelo, fingiendo con murmullos y cotilleos que todo va sobre ruedas. A veces se les pueden ver cogidos de la mano o entrelazando los dedos, algo normal en Tánger. Un paseo debería ser un trayecto con posibilidades de escape y con atajos para que uno deje de estar involucrado en el bullicio, y no debe limitarse, exclusivamente, a meras caminatas sin sentido.
Boulevard Pasteur 1950.
Hace tiempo que la ciudad de Tánger ha pasado pagina de aquellos escasos y largos años de exquisitez y elegancia. Aquellos años de esplendor fueron sustituidos por otros de oscurantismo y abandono. Fue un castigo vengativo y sin piedad. Durante años el futuro de Tánger pesaba como una losa. Más de la mitad de los tangerinos permanecieron dormidos, drogados, parados y callados. Hoy resurge una luz de esperanza y la ciudad está inmersa en un proceso de crecimiento endiablado, fruto de los nuevos planes que acabarán con años de sorprendente oscurantismo. El Boulevard Pasteur se construyó en la época dorada, allá por los años 30, como una calle comercial y de encuentro de la ciudad moderna. Lamentablemente, y casi sin darnos cuenta, se convirtió, poco a poco, en un lugar de chismorreo, de idas y venidas, de vueltas y revueltas esperando ver a la chica pretendida, de cruces de miradas intrigantes o maliciosas, de miradas descorazonadoras, de miradas de indiferencia simuladas, de miradas de complicidad, de miradas burlonas, de miradas y más miradas,…
Y así, sin más, nuestro Boulevard Pasteur ha sufrido una metamorfosis anunciada, triste y profunda fruto de la dejadez e impotencia, reencarnándose en simplemente ”Bolevar”, como se denomina popularmente hoy día. Ha sido una mutación lingüística, una pronunciación derivada de un defecto dialectal y de un argot mal hablado, consecuencia de la maldita secuela colonial. Ahí, todas las tardes se aglomera mogollón de gente, como hemos mencionado anteriormente a pasear, yendo y viniendo sin meta ninguna. Este “Bolevar” debe tener la fuerza de imán gigante que atrae a los tangerinos, convirtiéndose a diario en uno de los puntos clave de la confluencia humana en esta laberíntica ciudad. Se llega a él desde cualquier rincón.
Hoy todo ha cambiado y el Boulevard Pasteur ha dejado de ser, desde hace tiempo, lo que era y ha perdido su esplendor. ¡Qué pena! El dolor de mis recuerdos me impide pasear, distante más y más en el tiempo y sin conocer a nadie, deambulando entre el bullicio sin sentido, y me niego a formar parte de este circo diario, no quiero ser uno más y que mi cuerpo camine errante, así porque sí. ¡No!, me niego rotundamente. La verdad es que esta zona de la ciudad todavía conserva algo de la elegancia y ciertos rasgos del glamour que hicieron famoso a aquel Tánger. La arquitectura de sus edificios sigue teniendo tintes occidentales.
El Boulevard Pasteur siempre se ha perfilado como la arteria principal de la ciudad moderna, desde él se accedía a todas aquellas calles de nombres inolvidables: Estatutos, Fez, Bélgica, Murillo, Viñas, Velazquez, De la Croix, Goya, etc.…. Y allí se ubicaban los más famosos establecimientos: Almacenes Kent, Galerías Preciados, Casa Ros, Cafetería Savoy, Salón de Té Madame Porte, Cafetería Paname, Brasserie, Tagore, Esquina, Zagora, Joyería Orly, Algemene Bank Netherland… Afortunadamente el Boulevard Pasteur, al día de hoy, sigue conservando, en cierta medida, visible para el nostálgico que la quiera ver, el sabor y la huella de su pasado.
28/09/09
MADAME PORTE.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
Tranquilo, no voy a escribir sobre el oficio más antiguo del mundo, ni voy a hablar de su vida privada, o de lo entrañable que era, o de sus altos vuelos fuera del curro. Ella era sencillamente y sin más Madame Porte, la Señora Porte. Yo, de ella, me acuerdo vagamente, y siempre la recuerdo con un aspecto serio y correcto, pero a la vez sonriente y cordial. Estaba al frente, probablemente, del mejor Salón de Té del mundo de la época: “Madame Porte”. El nombre se debió a un deseo expreso de su marido y se ubicó en una boca calle del Boulevard Pasteur, en la ciudad Tánger. Todos sus constantes clientes, sin excepción, quedaron impresionados por el profesionalismo de aquella mujer.
Casi todos los que llegaron a conocerla han declarado la buena vida que se llevaba en Madame Porte. Los asiduos del salón no buscaban ganar tiempo sino perderlo con encanto y gusto. Yo sigo buscando a los interesados en sus viejos tiempos y, si tú eres uno de ellos, te comunico que ha cambiado radicalmente, también parcialmente de nombre. Corrían rumores de que el último heredero lo perdió jugando, clandestinamente, al póker, según testigos presenciales que vieron sobre la mesa las escrituras de tan singular local. Comentaban sus allegados y familiares que cuando ocurrieron los hechos citados el heredero estaba desmemoriado y que jamás volvió a recuperar la memoria. Recurrieron, una y otra vez, para recuperar el establecimiento alegando que el hombre estaba loco y que no actúo razonablemente, vaya que se le “fue la olla”. Recientemente se ha comentado que iban a convertirlo en un restaurante una especie de varias franquicias juntas, incluyendo un restaurante japonés. No me extraña.
Eran tiempos de pasión, elegancia y belleza. Todos los rostros confluían en aquella exposición. Parecía una escena única, robada de algún sitio que todavía no llego acordarme, ni me es posible ubicarlo. Personajes clásicos y contemporáneos acudían a diario. El café tardaba lo mismo en salir de la cafetera que en llegar a tu mesa, y los recibos nunca llegaban por adelantado, parecía que todo iba a cámara lenta. Allí lo que no había eran prisas, todo era un elogio de lentitud. Jamás conocieron el estrés y entre sus “normas de funcionamiento”, ocupando un lugar preferente, figuraba la calma contra la urgencia.
Ostentoso pero no cargado, brillaba con sus lámparas de cristal, sus mesas bien separadas, sus colores pastel, sus grandes ventanales, su personal y sus singulares “camareras”, que por deseo caprichoso de Madame Porte llevaban delantales a juego con los colores del decorado. Era un impecable Salón de Té, cuya apariencia lo convirtió en imprescindible para reuniones, tratos, aperitivos y meriendas de las elegantes mujeres. La mantelería se cambiaba diariamente, aunque estuviese limpia. Aquel establecimiento fue testigo de los años gloriosos de Tánger. Fue inaugurado en el año 1950 por la familia Porte, una familia con tradición vocacional de pasteleros y dirigido exclusivamente por Madame Porte. Recibía en persona, con una elegancia rigurosa, a los clientes en la entrada, uno a uno. Sus cafés y tés eran exquisitos así como los chocolates calientes que eran acompañados de pan recién hecho y autentica mantequilla. Tenían igualmente fama sus pasteles, tartas y crepes (el obrador ocupaba todo el sótano). Famosos eran sus helados suaves, sus jugos de frutas naturales con hielo frappé y sus yogures artesanales…Y por tener, contaban con un extensa variedad de bebidas alcohólicas y de aperitivos extravagantes. Alto reconocimiento tenían sus Dry Martinis, por supuesto, los mejores del mundo.
En la actualidad de Madame Porte sólo queda una parte, que esta reflejada en el letrero de su fachada “Porte” en lo alto de la entrada, la otra parte “Madame” así como todo lo demás, desgraciadamente ha desaparecido. Una decadencia inevitable y definitiva que no ha impedido la añoranza y el recuerdo de sus años de esplendor. Uno se da cuenta cuando pasa delante.
PERROS SIN DUEÑOS.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
“El hacha del leñador pidió su mango al árbol, y el árbol se lo dio” (Escrito por: Rabindranath Tagore en su obra Pájaros Perdidos). Incompletos tenían que ser los dos. Sus identidades se necesitan uno a otro. Sus vidas están cruzadas y entregadas.
Hay que dejar de odiarse, insultarse, enterrar el hacha de la guerra y dejar que las aguas vuelvan a su cauce. Todo es fruto de una enfermedad infantil llamada racismo regional. Hay que cambiar nuestra actitud y nuestro resentido comportamiento por acciones más constructivas y más criticas, por mantener y salvaguardar nuestra memoria histórica y nuestras tradiciones. Debemos cumplir con nuestro deber de cuidar nuestra herencia artística cultural y sentimental a favor de nuestros hijos. Para eso la clave esta en la rigurosa y obligada ejecución de una buena crítica, con respeto, con educación y sin ofender. Hay que dejar de lado la chulería, el despelleje, lo inconsecuente y el pisoteo de uno a otro.
La historia, los distintos idiomas y la compleja composición socio-cultural de Marruecos no debe ser un obstáculo para el desarrollo objetivo de diferentes tipos de pensamientos. Debemos amar todos los rincones de nuestro país. Nuestro país debe ser único, maduro, corregido, criticado, mejorado, admirado y debatido. No se trata de que cualquiera diga lo que quiera, sino lo que piensa. Debemos dejar de mirarnos el ombligo y no equivocarnos de enemigo, ser abiertos al dialogo, ser tolerantes y defender la convivencia. Rífenos, beréberes, norteños, sureños, campesinos y ciudadanos de a pie, todos juntos debemos custodiar nuestro entorno, regenerar nuestro estado de bienestar y nuestros eventos culturales, guardar nuestro patrimonio histórico y respetar las tumbas de nuestros fieles muertos, aunque sean olvidados.
En Tánger, justamente cerca del barrio emblemático “California” (por su semejanza con el clima de la costa californiana), se encuentra un caprichito, para algunos, extravagante y extraño: un “cementerio de perros”. Data su improvisación desde los años cincuenta, consecuencia de una vida fastuosa y elegante de la gente de aquellos tiempos felices. Actualmente, más de un centenar de penosas lápidas, del mejor amigo del hombre, siguen levantadas entre arbustos y matorrales, en un estado de abandono miserable. Sus dueños ya no están en este mundo para cuidarlos. En su momento si que se debieron hacer merecidas ceremonias fúnebres con cortejos mortuorios de riguroso desconsuelo. Este lugar tan original está en peligro de desaparecer debido a su avanzado estado de deterioro y, probablemente, esté pronta su desaparición. La expansión demográfica y urbanística está avanzando a pasos agigantados, y estoy convencido que no se van a respetar a los ausentes. Mientras tanto seguirán reposando los restos caninos, en el mismo lugar, en el cementerio de perros de Tánger. Hay que salvar el árbol de la vida y mantener intacta la vida de los cementerios. Es una responsabilidad de principios y de supervivencia. Pobres perros, descansen en paz.
LA MALDICIÓN DEL HOTEL REMBRANDT
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
En el Hotel Rembrandt de Tánger se refugio Tennesse Williams, y en él vivió con su gato la escritora Jane Bowles. Nuestro hotel sigue estando, desde 1950 año de su inauguración, en el Boulevard Pasteur, en el corazón de la ciudad, con unas habitaciones majestuosas sobre la bahía. Actualmente, el hotel sólo salvaguarda el sabor y los rasgos de aquella ciudad de la época internacional, estaba esclava y protegida por unas cuantas potencias, y también de aquella ciudad cosmopolita vinculada con la cultura, la literatura, la extravagancia, los vicios y el libertinaje desposeído de todo tipo de controles ideológicos, morales y religiosos. Todavía me pregunto: ¿Qué motivos acarrearon a Tánger este fenómeno de convivencia de culturas y creencias tan dispares? ¿Tan fuertes eran las oleadas del levante? ¿Tan fuertes eran los ecos susurrados de Hércules?
Aquellos forasteros, protagonistas de uno de los más valiosos patrimonios literarios de las últimas décadas, tenían que haber estado ansiosos y enloquecidos por el embrujo y la atmósfera de Tánger, o bien tan empapados de letras secretas y prohibidas que buscaban en esta ciudad refugio, exilio y libertad para el cuerpo y la mente. Hoy día, tan sólo permanecen algunos aspectos y perfiles de tan dorada época incrustados en los pilares y las paredes del hotel Rembrandt. Las fachadas desconchadas confiesan, avergonzadas, sus recuerdos; los azulejos agrietados son puras evocaciones, y las maderas abiertas inspiran nostalgias. Es para crear una comisión de investigación al respecto. Algo importante tuvo que haber sucedido en aquel hotel, pero, desgraciadamente, el abandono y la dejadez lo han borrado para siempre. Parece que estamos en otra época. Al mirarlo nos alberga una extraña sensación, es como un viaje a un lugar ignorado, desértico, sin esencia humana; parece un escenario de Twin Peacks donde encontramos una recepción con apariencias de esplendor, una señorial piscina con jardín y un distinguido bar. De repente, y por un instante, este hotel se nos muestra con heridas abiertas, impresiones furiosas, personal incomodo, sensación de llegar con retraso y apetencias desordenadas. ¡Es una lástima! Podía haber sido nuestro hotel favorito en Tánger.
En aquella época, en multitud de ocasiones, se reservaban habitaciones con maravillosas vistas a la bahía de Tánger. Algunos huéspedes escribían, mientras otros pintaban o simplemente conversaban. Había un cualificado personal y camareros muy profesionales. Los bármanes gozaban de mucha clase y discreción. Estamos hablando del conocimiento del elemento humano, para poder abrir su mente y su corazón. Tengo la esperanza de que el famoso Hotel Rembrandt recupere su esplendor, su carácter y sus memorias históricas. Mientras tanto se acumulan los días de castigo y descuido. Se seguirán cambiando, diariamente, las sábanas para un turismo de bajo coste. Esta situación me recuerda el famoso baile del héroe de los Jackson Five en el que movía los pies de una forma tan extraña que parecía andar, pero siempre permanecía en el mismo lugar.
CAFÉ HAFA: EL TÉ A LA MENTA, LA CHISPA DE LA VIDA.
Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
El Café Hafa es un lugar entre cutre y mágico, entre romántico y bohemio, y entre la humildad y la excelencia. Todo el que ha pasado por allí se ha enamorado. A más de un visitante le ha llegado la inspiración en tan “exótico” lugar, y es que ha sido desde siempre una parada obligatoria para todo artista así como para todo turista que se precie. Un lugar que no debe pasar por alto nadie que presuma de ser un buen viajero.
El Café Hafa, construido en el año 1921 sobre un impresionante acantilado, se encuentra en un precioso enclave natural en el barrio de Marshan. Desde sus terrazas escalonadas y floridas se divisa una impactante panorámica del Estrecho de Gibraltar y la costa española. En sus alrededores se encuentran los cabos Espartel, el cabo Malabata, y las grutas de Hércules. Sus mesas y sus sillas, todas viejas y distintas, las han ocupado desde los personajes más internacionales como The Rolling Stones, Tennessee Williams o Paul Bowles entre otros, hasta los más cercanos como el cantautor español Luis Eduardo Aute quien escribió en 1992 su canción Hafa café (albums: SLOWLY e AUTERRETRATOS), tras haber visitado este "establecimiento". Y es que el Café Hafa es un edén, un lugar para relajarse, para sentir el placer de la brisa marítima africana disfrutando de un paisaje espléndido y… dejándose llevar, todo ello con la mejor compañía, el té a la menta, algo que no tiene precio en tan extraordinario, y yo diría, único lugar.
Bowles lo visitó y se quedó cautivado del lugar. Este entrañable personaje, había acudido por primera vez a Tánger por recomendación de Gertrude Stein como lugar ideal para pasar las vacaciones. Ya instalado allí sirvió como polo de atracción de artistas vinculados a Nueva York y a la generación beat, como Truman Capote, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gore Vidal, Gregory Corso, Djuna Barnes o Cecil Beaton... Subían hacia el café Hafa, y contemplaban el estrecho, mientras se tomaban el té a la menta y se emborrachaban de kif.
En el Tánger de hoy la vida transcurre entre migajas de mitos y anécdotas más o menos creíbles. Todavía se respira cierto aire bohemio, intelectual y clandestino en el Café Hafa, presente en muchos relatos que alimentaron la fama intelectual de la ciudad. Entre sus mesitas, siempre están ordenadas en varias terracitas mirando hacia la costa europea, el humo de hachís se mezcla con el perfume de las flores y el té de menta. ¡Café Hafa! un paraíso de la inspiración, un lugar de ensueño en Tánger.
Sitios de interés ! Sites Web !
Pues simplemente que nuestros miembros nos hagan participes de otros lugares bien sean tanjauis, o que presentent un interés global para todos !
Faire connaître des sites intéressants pour tout le monde, qu'ils parlent ou pas de Tanger !
(mais bon... quand même... qu'ils soient "bons" )
Exemple :
http://siempretanger.niceboard.com/
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