Aquí Tánger !
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Catalanes de Tánger

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Mensaje por Admin Miér 2 Jun - 20:16

Catalanes en Tanger Por Domingo del Pino

Entre los muchos catalanes que, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, llegaron a Tánger destacan, con mucha diferencia, Josep Andreu i Abelló y Josep Dencàs Puigdollers. Pero no son los únicos. En la estructuración económica y empresarial de la ciudad desempeñaron también un notable papel ciudadanos catalanes o del espacio lingüístico catalán como Antoni Pedrol Rius, Enrique Morgades Huguet, Juan Valls Royo, Asis Viladeval Marfá, Esteban y Emilio Feliu, Josep Toscas, Mariano Alapont Baixauli y otros muchos.
La historia, ese conjunto de virtualidades que los historiadores convierten en un futuro único, ha sido y sigue empeñada en ser injusta con el pasado predominantemente español de Tánger. Un grupo de escritores británicos y norteamericanos, apoyados en el poder mediático puesto a su disposición, parecen haber logrado que el pasado de Tánger quede reducido a las vivencias de sus compatriotas, a fin de cuentas episódicas y marginales en la vida cotidiana de la ciudad.
Todos sabemos hoy que Paul y Jane Bowles, William Burroughs, Jack Kerouac, Tennessee Williams, la millonaria Bárbara Hutton, y otros muchos, pasaron en Tánger años, temporadas o sólo días, pero hemos leído con detalle de sus fiestas, de su frenesí por vivir y por gozar de todos los placeres, desde la droga y el alcohol a la más variada sexualidad.
Se nos han contado cientos de historias, verdaderas o falsas, sobre la “douceur de vivre” en esa ciudad a la que según su leyenda afluían sin cesar capitales, reales o imaginarios, traídos por acaudalados judíos que huían de las persecuciones del nazismo, y por nobles y magnates de Rusia y de otros países europeos que cayeron bajo la bota del comunismo.
El número considerable de instituciones benéficas y de auxilio social que todas las comunidades nacionales de la ciudad tuvieron que crear, en todos los tiempos, sugiere que esa bonanza no alcanzaba para todos.
Resume todas las injusticias sobre el pasado español – o portugués – de Tánger el libro Stars in the firmament.Tangier Characters 1660-1960 de David S. Woolman, que en los tres siglos que analiza recoge como personajes para la historia de Tánger a todos los ingleses y americanos que quizá merezcan un puesto en ella, pero también a un centenar de “barmen”, cocineros, aventureros y estafadores. En esos tres siglos Woolman, por el contrario, solo encuentra dignos de mención a dos españoles, por cierto no los más importantes.
Puede que el escritor tangerino y amigo Emilio Sanz, que a fin de cuentas tanto contribuyó a abrir los ojos a toda una generación de tangerinos españoles, que tantos horizontes culturales y ambición democrática despertó en sus conciudadanos, pero que al mismo tiempo es quien más ha contribuido a familiarizarnos con ese lado tangerino sajón y lúdico tan peculiar, lleve razón cuando sostiene que a fin de cuentas Tánger no puede ser contada en una sola historia sino en mil historias, y que la festiva y despreocupada es una más de ellas.
En todo caso es imposible ignorar que las primeras medidas de prevención de higiene y sanitarias, el primer alumbrado eléctrico, los primeros colegios, las primeras misiones humanitarias, los primeros teléfonos, los primeros periódicos y entre los primeros servicios de correos y telégrafos, fueron aportados y puestos en servicio por empresas españolas.
La presencia de los franciscanos en la ciudad se remonta al siglo XIII y su labor en el rescate de cautivos primero y en la educación de generaciones de españoles después, merece, al igual que la acción de España en su conjunto, un reconocimiento que, a falta de historiadores propios los ajenos le regatean.
La escritora Elisa Chimenti, asidua colaboradora de la revista Mauritania que editaba la Misión Franciscana, escribía en los años treinta que “Tánger es una ciudad andaluza, enclavada en tierra africana por capricho de la geografía”. Durante siglos los andaluces constituyeron el núcleo de población más importante de la ciudad, cuatro o cinco veces superior, cuando estalló la guerra civil española, al de todas las otras nacionalidades juntas.
Durante siglos también, del entorno catalán procedieron las principales llamadas de atención al Estado español sobre la importancia de la proyección humana y económica hacia Marruecos y el norte de Africa y los primeros diseños de penetración empresarial en aquellas tierras.
En el siglo XIX, el catalán Domingo Badia i Leblich vio su vida profesional truncada cuando el político D. Manuel de Godoy, decidió transformar el viaje científico que proyectaba en una misión de espionaje destinado a averiguar las posibilidades de ocupación de Marruecos. Bajo el disfraz de príncipe árabe Ali Bey el Bagdadi, Domingo Badia llegó a Tánger en 1803 y después de ser autorizado por el Sultán recorrió el Marruecos entonces conocido para cumplir una misión de la que para entonces la Corte ya se había olvidado.
Diecinueve años más tarde, D. Tomás de Comin, en sus cartas de 1822 al político liberal D. Manuel José Quintana, recogidas posteriormente en un libro titulado “Ligera ojeada o breve idea del Imperio de Marruecos en 1822”, ofrecerá unas observaciones de gran interés sobre la posibilidad de tomar aquella ciudad, como punto de partida para la penetración en el Imperio jerifiano. Como las de Ali Bey, sus recomendaciones no tendrán ningún efecto porque cuando sus cartas llegan a su destinatario los liberales han perdido el poder y D. Manuel José Quintana ha caído en desgracia.
A fines del siglo XIX, el Marqués de Comillas, que también financió la construcción de las Escuelas Casa Riera (Marianistas), pidió al arquitecto Antoni Gaudi que proyectara una catedral para la misión franciscana de la ciudad. Gaudí llegó a Tánger en 1892 y después de recorrer el Atlas marroquí para inspirarse de la arquitectura bereber, presentó un impresionante proyecto. Si éste hubiera sido aceptado, la Sagrada Familia estaría hoy en Tánger y no en Barcelona.
Tánger fue siempre una de esas ciudades de exilio y multiconfesional como Alejandria, Beirut, Nicosia, Malta, que solo la civilización mediterránea ha sabido producir. En ellas, religiones, culturas e ideologías que en sus espacios nacionales de origen estaban a matar, convivieron puerta con puerta con toda naturalidad.
El secreto de esa convivencia, hoy añorada, está aún por estudiar, pero algunas claves son ostensibles: poco Estado, pocos impuestos, poco peso institucional, y un gran espacio común, generalmente diurno y políglota, para intercambios comerciales y sociales, en el que todos encontraban interesante estar presentes.
Algunos autores pretenden que en esas ciudades se vivía mejor que en los paraísos que cada religión prometía por separado a sus fieles.
Obras maestras de la literatura, como el Cuarteto de Alejandria de Lawrence Durrell, y La Vida Perra de Juanita Narboni del español Antonio Vázquez, dan cuenta de esa ciudadanía universal mediterránea que sólo tiene parecido, en otros registros más raciales, en El Caribe tan magistralmente descrito por el cubano Alejo Carpentier en El Siglo de las Luces.
Después de Ali Bey, la próxima gran descripción de Tánger la encontramos en un Album Recuerdo de Tánger, editado a finales de los años veinte por la Casa Bailly-Bailliere (Tessio de Costamagna) de Barcelona, realizado sobre el terreno con la valiosa colaboración del periodista Alberto España.
Después del paréntesis de la ocupación española (1940-1945), Tánger conoció una bonanza económica extraordinaria. Los catalanes exiliados o expatriados que acudieron, constituyeron el grupo cualitativamente más importante de la ciudad. Entre los primeros destacan Josep Andreu i Abelló y Josep Dencàs Puigdollers dos personalidades relevantes de la historia republicana de Cataluña.
Para entonces Abelló, que llegó a Tánger en 1949, no era ya un exiliado más. Entró en Tánger por la puerta ancha y fue reconocido de inmediato como un miembro destacado de la elite económica e influyente tangerina. Contaba para ello con el respaldo que le proporcionaba su condición de Director General del Banco Inmobiliario de Marruecos (BIM, a partir de 1953 también Mercantil, BIMM) que había creado con quien sería presidente de la entidad, Antoni Pedrol Rius.
Josep Dencàs llegó casi al mismo tiempo de su exilio italiano, abrió una consulta médica y contó desde el inicio con el apoyo del banco de Andreu, que estableció con él una “iguala” para la atención gratuita de sus empleados. En un Tánger donde la protección social era inexistente, aquella prestación del BIMM constituía una ayuda inestimable. Dencàs mantuvo una relación estrecha de amistad con Andreu en cuya residencia se reunían todos los domingos por la mañana.
En la casa de Andreu pasó una corta temporada también, a principios de la segunda mitad de los años cincuenta, el President Joseph Tarradellas, y allí, entre largas conversaciones con Andreu y Dencàs, escribió las Cartas que tanta influencia tuvieron en la política catalana de entonces.
Aunque relativamente pequeño en comparación con otros grandes bancos de la ciudad, el BIMM fue pionero en su política inmobiliaria y con sus urbanizaciones residenciales, Atlantic en Beni Makada y California en el Zoco de los Bueyes, abrió el camino para la expansión moderna de la ciudad en esas dos direcciones aún hoy válidas.
A caballo entre exiliados y expatriados estaban Esteban Feliú y su hijo Emilio, y el brazo derecho de ambos, Josep Toscas, que administraban e invertían dineros que les habían confiado otros catalanes. Los expatriados catalanes o del área lingüística del catalán, poseían algunos de los principales negocios y empresas de la ciudad, asociados a veces entre ellos o con importantes hombres de negocio de confesión judía como los Hassán y Bendrien.
En este grupo se encontraban los directores de banco Carlos Soler Cabot (Exterior de España) y Mariano Alapont Baixauli (Central), Juan Valls, propietario de Cementos Tánger, Juan Bonvilá, dueño del grupo de tiendas de Lámparas Bonvilá y de las ferreterías Almacenes Orbea, y otros varios como Enrique Morgades Huguet, propietario de la empresa Sacotec, y los arquitectos Asís Viladeval Marfá y Alfonso Siena Ochoa del estudio de ingenieros y arquitectos Arquin, instalados en la misma planta de la sede original del BIMM. J
oan Estelrich, fue director por un tiempo del Diario España; Antonio Llardent, propietario de una fábrica de losetas y socio de la Lotería Benéfica de Tánger. Su esposa, Isabel Viciana López, leridana, se convirtió en uno de los personajes quizá más admirados por la juventud de Tánger a la que ella, una magnifica soprano, animó y ayudó a desarrollar la Peña Lírica de la ciudad. Gracias a su diligencia, la iglesia del Sagrado Corazón de Tánger cuenta desde entonces con una imagen de la Virgen de Monserrat, que ofrecieron los catalanes.
La mayoría de los grandes negocios de ese grupo de catalanes se concertaba entonces en distendidas reuniones en un lujoso club privado creado por éstos en el centro de la ciudad. Josep Andreu i Abelló mantendrá con ellos una relación cordial pero distante hasta que desde el Comité de Iniciativas empresariales de Tánger, que le eligió vicepresidente en 1958, creó su propio Club Gandori, con un carácter igualmente selecto y privado, pero internacional.
El mismo año Andreu fue nombrado miembro de la Academia del Mediterráneo, con sede en Niza, en reconocimiento a sus constantes esfuerzos por imbricar a la economía de Tánger en la economía del Mediterráneo. Es quizá esa conciencia suya de la mediterraneidad la que le llevará en 1959, cuando el Sultán Mohammed V ya había decidido derogar la Carta Real que garantizaba un estatuto especial a Tánger, a formar parte de la delegación de hombres de negocios tangerinos que visitó en Rabat al rey marroquí para pedirle que no cortara los lazos de Tánger con el Mediterráneo y exhortarle a que concediese a la ciudad el régimen de puerto franco.
Pero Marruecos digería entonces su reciente independencia y el monarca, preocupado sobre todo por establecer su soberanía sobre el territorio, no accedió a los deseos de los tangerinos. Por ese motivo y al igual que el antiguo Protectorado español, Tánger conoció un periodo de vacas flacas responsable de buena parte de los problemas estructurales que padece aún.
La voluntad para comenzar a solucionarlos es de muy reciente aparición y en lo que a Tánger concierne los proyectos se articulan sobre la zona franca que tantos años atrás propuso Andreu i Abelló, y las esperanzas puestas en un gran y nuevo puerto mediterráneo.
Después de aquella negativa, el BIMM y otros bancos y empresas tangerinas trasladaron su centros de actividades a otros lugares. El BIMM abrió una sucursal en Andorra con algunos de sus empleados de Tánger, y parte del grupo de catalanes expatriados emigró a una Venezuela que, en la segunda mitad de los años cincuenta, despuntaba como el nuevo Eldorado que sustituiría a Tánger.
Andreu i Abelló regresó a Barcelona en 1961 para residir en la casa que se había visto obligado a abandonar en 1939.
De entre los catalanes más destacados de ambos grupos sólo Josep Dencàs permanecerá con su gabinete médico en Tánger hasta su fallecimiento en 1965.
Unos años antes había visitado Barcelona porque creía que ya había sido levantada la prohibición contra él de regresar a España pero no era así, aunque el falleció sin saberlo. Algunos refieren que este hombre singular dejaba como por descuido dinero para medicinas debajo de la almohada de sus pacientes más pobres.
Los empleados y colaboradores de Josep Andreu consultados para este trabajo le recuerdan todos con afecto y algunos llegan a decir que quien fuera fundador de Esquerra Republicana de Cataluña y Presidente del Tribunal de Casación de la Audiencia de Barcelona, les cambió radicalmente y para bien sus vidas. Algunos recuerdan con simpatía que cuando Andreu í Abelló llegó a Tánger aún hablaba con un marcado acento mexicano. Otros refieren que el BIMM, bajo su dirección, se convirtió en un auténtico consulado de Cataluña en Tánger donde ninguna petición razonable de ayuda quedó desatendida.
Aparte de Josep Dencàs, uno de los más importantes protegidos del banco fue Luis Mestres Capdevila, exgobernador de Tarragona, quien durante un tiempo vendió parcelas y pisos propiedad del banco. Josep Masdeu también le debe a Andreu su empleo en el Casino de Tánger. Cuando casi todos tuvieron que emigrar, Mestres regresó a Monterrey, de donde había venido, y allí rindió su vida.
A Andreu i Abelló se le recuerda como un hombre elegante, fumador de habanos, que siempre se desplazaba en un impresionante coche negro conducido también por un chofer negro impecablemente uniformado. Su situación social nunca le impidió seguir siendo un irreductible antifranquista. Su hijo Narcis Andreu Musté recuerda que cuando el nuevo embajador de España en Marruecos, Cristóbal del Castillo, quiso conocerle personalmente, su padre le dijo: “Embajador, no pretenderá Usted que yo vaya a la embajada. Venga usted a mi casa. Tendré mucho gusto en invitarle a almorzar”, a lo que de Castillo respondió: “Hombre, tampoco pretenderá Usted que yo vaya a su casa”.
Los dos hombres se vieron finalmente en el Hotel Minzah. Andreu tenía un especial interés en aquel encuentro. En 1939 él había salido para el exilio con el Presidente Lluis Companys y ambos se habían establecido en Paris. De allí Andreu fue a México vía Nueva York, pero Companys permaneció en la capital francesa, lo que finalmente le resultaría fatal cuando los alemanes ocuparon Francia.
Fue detenido por la Gestapo y recluido en la prisión de la Santé de La Baule y de allí conducido por la policía de Franco a la comisaría de la Puerta del Sol, donde fue maltratado antes de ser trasladado a Monjuïc para ser fusilado después de un juicio sumarísimo.
Cristóbal del Castillo era entonces el segundo del embajador en Paris José Félix de Lequerica, y Andreu quería saber cual había sido el papel desempeñado por ambos en la detención de Companys y cómo se había gestado ésta. Al parecer del Castillo negó rotundamente que él o Lequerica hubieran tomado parte en ello y le dijo que había sido una operación exclusiva de la Gestapo en colaboración con la policía de Franco.
Otros testigos han señalado al autor de este artículo que la única acción de reafirmación republicana y antifranquista de cierta repercusión llevada a cabo en Tánger en esos años fue iniciativa de Andreu que la financió. En España el partido comunista llevaba a cabo allá por 1957 y 1958 una importante campaña a favor de la liberación de los presos políticos y por la democracia.
A través de un excapitán vasco republicano exiliado en Tánger, Andreu entró en contacto con el grupo del PCE de Tánger y les propuso llevar a cabo una acción simbólica que recordase a todos los confiados tangerinos que sus compatriotas de la Península luchaban todavía por la libertad.
Decidieron que las mayores repercusiones simbólicas se podían alcanzar con una acción contra lo que a su vez representaba el mayor símbolo del franquismo. El monumento del Llano Amarillo, en Ketama, zona del anterior Protectorado español cercana a Tánger, había sido erigido para recordar el juramento de levantarse contra la República que se habían hecho los oficiales que participaban allí el 12 de julio de 1936 en unas maniobras. Simbolizaba, para el franquismo, la primera llamada concreta a la rebelión.
Estudiada la acción, una madrugada, cinco miembros del partido comunista de Tánger, Mendizábal, Guia, Avila, Pedreira y Manolo “el pastelero”, tomaron asiento en el Opel Capitán del primero, cubiertos de guardapolvos grises, transportando grandes botes de pintura y brochas en el maletero, y se dirigieron al Llano Amarillo para dejar en el monumento pintadas reclamando Amnistía y Libertad para los presos políticos. El conductor del coche dejó a los otros cuatro al pie del objetivo y se marchó para no llamar la atención de la Gendarmería marroquí próxima, con la intención de regresar media hora después a recogerles.
La operación estuvo a punto de fracasar porque los
“complotados” no podían abrir las latas de pintura. Cuando al fin lo lograron, el automóvil que debía recogerles estaba a punto de regresar, así es que las pintadas tuvieron que ser hechas a toda prisa lo cual contribuyó a empeorar el estado en que quedó el obelisco.
Aquella acción conmocionó a toda la población de Tánger: los franquistas se sintieron ultrajados; los demás lo celebraron. De Tánger salían autobuses de “turistas” para ver el estado en que había quedado el monumento y sacar fotografías. El propio Mendizábal fue uno de los que con su cámara, al día siguiente, tomó fotos que luego fueron vendidas entre los miembros y simpatizantes del PCE.
El importe de esas ventas, junto con el dinero que sobró de lo que dio Andreu Abelló, fue enviado como ayuda a las familias de algunos presos políticos. Las especulaciones, a cual más fantasiosa, animaron los corrillos de la ciudad durante un tiempo. La revista Mauritania, órgano de la misión franciscana de Tánger, fue la más expresiva de ese sentimiento ultrajado.
En un artículo firmado por el Padre Pazos se mencionaba la conmoción que los hechos habían causado al Padre Juan, quien nada más enterarse de lo sucedido se dirigió al monumento para limpiarlo él mismo y allí pedir a Dios el castigo de los culpables. El artículo, ilustrado con una foto del citado padre al pie del monumento, señalaba, como los rumores, que “el nocturno profanador hablaba ruso, francés y español” mientras que otros afirmaban que el coche utilizado estaba matriculado en un país del Este.
Los organizadores podían estar satisfechos. La acción estaba recibiendo mucha más publicidad de la esperada. Más tarde el PCE en colaboración con algunos marroquíes nacionalistas e izquierdistas de la ciudad, como el ex ministro marroquí y actual presidente del Partido Liberal de Marruecos, Ahmed Ziane, hicieron campaña para que el gobierno marroquí destruyera aquel monumento, lo cual no fue necesario pues antes de que la “temperatura” nacionalista subiese, un centenar de camiones enviados por el gobierno español, trasladaron piedra a piedra el obelisco a la ciudad de Ceuta, donde aún se encuentra.
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